En la semana de Pascua, estuvimos unos días visitando la ciudad de Sevilla. Dice la canción que “Sevilla tiene un color especial”, pero gastronómicamente hablando lo especial es el olor y el sabor de su cocina. Olor a campo, a fritura, sabor intenso, a ibérico, a buen aceite de oliva, y una extraordinaria manera de disfrutar comiendo y bebiendo, “las tapas”. Esas pequeñas raciones de comida, que acompañadas de una caña de cerveza bien fría, un vino o cómo no, un fino, hacen que la visita a esta ciudad sea muy agradable.
Nos gusta esto de las tapas, creo que es una forma de degustar gran variedad de platos de una forma desenfadada y al alcance de todos los bolsillos. Es la alta gastronomía del pueblo. Además, los cambios que se han producido en la alta gastronomía española (desde la aparición del Bulli) que han conseguido auparla a lo más alto a nivel mundial, también han bajado a las tabernas, y cada vez nos encontramos nuevos locales que apuestan por tapas sofisticadas, cocina de fusión, con productos exóticos y utilizando técnicas de vanguardia, en definitiva, alta cocina en pequeños platos a precios populares.
En nuestro caminar por Sevilla, visitando sus monumentos hemos tenido constancia de ese abanico de proposiciones, desde las más tradicionales a las más modernas.
Una curiosidad, en la decoración de estos establecimientos también se veía reflejada esa variedad de propuestas. Como muestra la cabeza de toro que colgaba de la pared de alguno de ellos. Nos encontramos con una cabeza auténtica disecada, en el más clásico, otra de metal plateada en el sofisticado, hasta la más vanguardista, una hecha con láminas de cartón o madera. Lo que demuestra, cómo se puede mantener la tradición taurina de esta ciudad, pero adecuándola al ambiente que se quiere mostrar en cada local.
El más clásico de los que tuvimos la fortuna de conocer, fue la “Taberna Antonio Romero”. Tiene tres establecimientos en la misma zona, dos en la misma calle, Antonia Díaz, al lado de donde estábamos hospedados. Aquí acudimos a degustar su famoso “piripi”, un montadito relleno de una loncha fina de lomo frito, bacón, una rodaja de tomate, una loncha de queso y un poco de mahonesa, con un ligero toque a ajo (así nos pareció). Con el pan recién horneado, una delicia.
También probamos el montadito de pringá, un clásico de las bocadillitos sevillanos, delicioso, con el pan de nuevo bien crujiente y un relleno bien equilibrado.
Para continuar según íbamos bebiendo más cerveza, que había que refrescarse tras los largos paseos matinales, saboreamos otros clásicos, la ensaladilla y la tortilla de patata. Todo muy bueno. Un buen tentempié para seguir callejeando.
Al día siguiente nos decantamos por uno más moderno, “El Puntal”. Empezamos por tomar una ración de croquetas, unas de cola de toro y otras de calamares en su tinta. Bien las dos.
Y una tapa de ensaladilla.
Luego pedimos dos platos, una hamburguesa de carrillera con salsa teriyaki, y una ración de pavía de bacalao.
Este último exquisito, de los mejor bacalaos fritos que he probado, crujiente por fuera y jugoso por dentro. El bacalao en su punto perfecto de cocinado. Nos encantó, el apetito no nos dió para más esa mañana.
Unas horas más tarde probaríamos a degustar un pastel junto con un café, en “La Confitería La Campana”, un afamado establecimiento en una esquina de una de las calles más comerciales de Sevilla, Sierpes. Nos gustó tanto el café como el pastel, por lo que cogimos alguno más para desayunar el día siguiente. La única pega, a nuestro entender, el excesivo precio de los pasteles.
Un local de los que habíamos oído hablar maravillas, por lo que teníamos muchas expectativas, era “Petit Comité”. Llamamos con antelación para reservar mesa, ya que nos informaron de que suele estar siempre a tope. Dedicamos la mañana para recorrer el entorno de la Catedral y el Hospital de la Caridad, próximo al restaurante.
Al entrar al restaurante, nos encontramos con un local moderno, más para comidas o cenas románticas, que para comer a diario. Cocina actual, pero respetando tradiciones. Empezamos probando su ensaladilla,
y unas tostas de queso de cabra con puerro caramelizado realmente ricas.
Luego nos decantamos por probar los boquerones al “Tio Pepe”, que nos habían recomendado. Muy rica la fritura. No se aprecia mucho el vino.
Y Tallarines yakisoba de pollo con verduras.
De postre una tarta Cheesecake con frutos rojos servida en un tarro de cristal y un bizcocho de naranja con helado y un crumble. Ambos, bien logrados.
Quedamos muy satisfechos de la elección, tanto del local, como de la comida, y del trato recibido por el personal.
En nuestro último día nos tocó probar La Chalá, un establecimiento con cocina de fusión, joven, informal, y con gran afluencia de turistas, tanto nacionales como extranjeros, debido, creemos, a su alta valoración en Tripadvisor.
El local es moderno, juvenil y posee una gran terraza en la plaza. Los camareros son jóvenes y con mucha ganas de agradar.
Enseguida nos acomodaron y nos sugirieron varios platos para que probásemos su cocina.
Tomamos una tapita de croquetas variadas, muy ricas todas, una de pimiento rojo picantita, otra de bacalao, otra de pollo especiada……..muy buenas todas.
También sacamos la ensaladilla rosa, una ensaladilla tipo alemana con encurtidos, muy refrescante. Como ya habéis comprobado en éste y otros post, las croquetas y la ensaladilla son unos de nuestros platos preferidos a la hora de tapear, ambos estuvieron a gran altura, sobre todo las croquetas por su variedad, algunas ha sido la primera vez que las hemos probado.
Continuamos con una pastela de pollo con especias morunas, acompañada de miel con canela y almendras picadas, muy conseguido. Crujiente, y bien especiado. El acompañamiento le iba perfecto. Una acierto de tapa.
Y un serranito roll, otra fusión, un rollito crujiente con carne picada y jamón serrano, acompañado de una salsa de yogur con hierbabuena (creo recordar).
Salimos contentos, sobre todo del trato recibido por los camareros, un 10 para ellos. Da gusto cuando te encuentras con gente joven con tantas ganas de trabajar y agradar al comensal. No cogimos postre, porque teníamos pendiente pasar por la “Heladería Los Valencianos”, había estado cerrada y era el único día que nos quedaba para probar los mejores helados de Sevilla, según nos habían contado. La verdad que tenían razón, no nos defraudaron, ¿qué variedad, qué buena presencia todos!. Nos decantamos por un helado de turrón de Alicante, riquísimo, con trocitos de turrón que crujían en la boca, nunca habíamos probado uno igual. Siempre nos habíamos encontrados con helados de turrón de Jijona, pero nunca del de Alicante (del duro). Otra de las bolas de la tarrina era de tiramisú, y alguna de mantecado. Para repetir….., que pena que a la mañana siguiente tuviésemos que partir de nuevo hacia la rutina del trabajo y los quehaceres diarios.
Como resumen deciros, que en Sevilla hemos comido de maravilla, nos han faltado días para entrar a todos los establecimientos que nos habían recomendado. Que el tapeo es la esencia de esta ciudad, que no ha de perderse. Que hay que seguir innovando en la cocina, nuevas técnicas, nuevos productos, apostando por la fusión con otras culturas, pero sin olvidar de dónde venimos, la cocina tradicional y el producto local. Solo cuando se domina la tradición se puede dominar la vanguardia.
Las tapas y los locales clásicos no pueden perderse, ni aquí, ni en ninguna de nuestras ciudades. La pluralidad de opciones gastronómicas nos hará crecer, y el éxito de la cocina española continuará por mucho tiempo.
BODEGUITA ANTONIO ROMERO: Calle Antonia Díaz
PETIT COMITÉ: Calle Dos de Mayo, 30
CONFITERIA LA CAMPANA: Calle Sierpes, 1
HELADERÍA LOS VALENCIANOS: Calle Adriano, 32
EL PUNTAL: Calle Zaragoza, 64
LA CHALÁ: Plaza de la Puerta Real 6
