En nuestra última visita a la ciudad de Málaga disfrutamos de dos de sus mejores virtudes, el sol, por algo es la capital de la costa del sol, y su gastronomía. Aunque últimamente quieren resaltar la cultura como atractivo turístico, creo que las franquicias de los museos que se han implantado, todavía dejan mucho que desear, sobre todo el Pompidou. Pero no importa, lo que si les sobra para dar, coger y exportar, es el sol y su gente, simpática, de espíritu alegre, siempre dispuesta a hacer que la estancia en esa ciudad sea muy agradable.
En nuestro viaje gastronómico, disfrutamos de algunos establecimientos recomendados por gente de la tierra, que como nosotros, disfrutan con el buen yantar. Nos decantamos por uno muy tradicional, otro de vanguardia y otros dos normales, entre los muchos recomendados.
El tradicional fue, “El cortijo de Pepe”, situado en una esquina de la Plaza de la Merced, en el número 2. Es una taberna de las de antaño, con una barra, repleta de fuentes con diferentes ensaladas, y tapas frías y una cocina pequeña en la que huele a fritura. Puedes tomarte una cervecita en la barra, o sentarte en la terraza de fuera o en el comedor de la parte de arriba, y disfrutar sus raciones y medias raciones. Cuando llevas un par de días en Málaga, te das cuenta de la diferencia entre tapas, raciones y medias raciones, y te vas haciendo a la idea de lo que tienes que pedir para ir dándole gusto al estomago. En esta taberna, probamos sus patatas rellenas.Una especie de grandes croquetas hechas de puré de patata con el interior relleno de carne, contundentes, pero sabrosas.
Luego probamos el milhojas de berenjena. Muy rico, la verdad.
Y como no, una ración de calamares fritos con media de ensalada de pimientos.
Muy bueno todo, en especial los calamares. ¡Deliciosos!
Todo para compartir, y acompañado de cervecita fresca. Salimos satisfechos, y aunque la barra está muy concurrida, en el comedor estuvimos más tranquilos y pudimos descansar un poco de nuestra atrejeada visita a Málaga
Otro día, nos decantamos por la cocina en miniatura malagueña con un toque de vanguardia. Y fuimos al KGB, en el centro, en la calle Fresca 12. Solo nos faltó al final hacerles la ola al cocinero y al camarero. La atención de este último fue exquisita, en todo momento pendiente de nosotros, recomendándonos lo que pedir, las cantidades (ya sabéis, raciones o medias raciones), explicación de los platos, en definitiva un excelente profesional. Nos sentó en una mesa del comedor, que es muy pequeño (mejor reservar). Tiene una barra amplia, pero pocas mesas. Degustamos, como siempre para compartir, un rollito vietnamita de pringá, fresco, muy sabroso.
Después, unas croquetas de puchero (cremosas, somos adictos a las croquetas), tortitas de camarones, unos exquisitos flamenquines y por último una tortilla de patata guisada con caldo de pollo y vodka (extraordinaria, jugosa y con sabor potente). Qué pena que no nos daba para más el estomago, y haber probado algún plato más.
En medio entre lo tradicional y la vanguardia, estuvimos en el restaurante La Barra, cerca de la catedral, en la Calle Bolsa nº 9. Comimos unas tapas de langostinos y ensaladilla, calamares, otras estupendas croquetas y como colofón una presa de cerdo ibérico que nos encantó. La carne estaba espectacular, en su punto, con un sabor que ya lo quisieran la mayoría de los solomillos o entrecot de ternera que te encuentras por ahí, a precios desorbitados. Para nosotros una de las mejores carnes que hemos probado.
El otro fue el restaurante La Cosmopolita también en el centro de Málaga, en la calle Jose Denis Belgrano nº 3, comimos correcto, aunque de todos es igual el que menos nos impresiónó. Los calamares de Fuengirola a la pepitoria, no los entendí. Los calamares muy cruditos, hechos a la plancha, con una salsa pepitoria por encima, que casa muy bien con el pollo, cuando se guisa en ella, pero no con unos chipirones.
La ensaladilla como en el restaurante anterior, nos gustó bastante. Es diferente a la que solemos hacer en casa, muy sencilla, pero sabrosa. Consta de una patata cocida machacada emulsionada con aceite y/o mahonesa.
En resumen, nuestra estancia gastronómica en Málaga fue más que satisfactoria. Agradecer a la gente que nos recomendó estos y otros restaurantes (que por los pocos días no pudimos visitar) y al sol que nos hizo todos los días. Llegamos con chaqueta y estuvimos todos los días en manga corta, tapeando bajo el sol.
¡Ah!también estuvimos en todo un clásico de la ciudad, la churrería Casa Aranda, desayunando unos muy buenos churros, que más bien parecían porras con chocolate. ¡Imprescindibles!